lunes, 30 de abril de 2007
Canibalismo mediático
Sinónimo: masturbación periodística.
PD: de lo que se come, se caga
Me encantan los días de fiesta
Para empezar, el teléfono no suenta tanto, así que los minutos cunden como minutos y no como segundos que hay que aprovechar corriendo porque la última llamada te entretuvo más de la cuenta... con informaciones innecesarias. La mayoría de estas llamadas son para recitarte en voz alta convocatorias que has recibido mil veces por mail, fax... Lo que digo, innecesarias, pero las justas para hacer que vayas de p... c...
Para continuar, los días de fiesta acostumbra a pasar que el jefe no está, así que hay menos presión y menos posibilidad de que te pregunten aquello de "¿cómo llevas aquel tema que te encargué?" y tengas que contestar aquello de "¡ufffff! es que voy muy liada, en cuanto pueda empiezo las gestiones y te comento...". Esta respuesta te da una prórroga de dos días, tres a lo sumo, pero el encargo es declaradamente imposponible (¿esta palabra existe?), a no ser que quieras poner en juego tu cabeza.
Todo esto no pasa en los días de fiesta, pero yo creo que para lo que sirven realmente estos oasis sin teléfonos y jefes es para que el mundo se recupere de su agonía giratoria (ése sí que es un trabajo chungo: ser una peonza y poder parar de dar vueltas).
jueves, 26 de abril de 2007
No voy a hablar de sexo
"El PSC arrasaría hoy si se celebrasen las legislativas" (El Periódico de Catalunya) - si aceptamos que un condicional sea noticia, propongo más: "Si mi abuela tuviera ruedas sería una bicicleta"
Y, para acabar, un sentido homenaje -algo tarde- a la cara visible del fenómeno vodka en el mundo...
Descanse en paz (o en formol)
Armas de mujer
viernes, 20 de abril de 2007
Me vendo
Ahora les ha dado por pagarnos por derechos de autor. De momento sólo es una propuesta, claro. Una propuesta que, en principio, está pensada para beneficiar al periodista. Consiste en que, cada vez que uno de nuestros artículos salga reproducido por ejemplo en Internet, tendrán que pagarnos por ello.
El problema es que la función principal del periodista consiste en comunicar, y no en venderse. Es decir: deberíamos querer que la información que transmitimos se expandiera, que no tuviera límites, que estuviera al alcance de todo el mundo y de parte de Saturno. Pero deberíamos quererlo por la utilidad de la propia información, y no porque eso vaya a reportarnos más dinero.
Si quisiéramos que nos pagaran por el número de reproducciones de nuestra noticia, no buscaríamos Watergates, sino asesinos como el coreano del martillo que se ha cargado a media Universidad de Virginia. No buscaríamos información útil, sino best sellers mediáticos. Y perseguiríamos a Belén Esteban hasta que consiguiéramos la exclusiva de que le ha hecho saltar los empastes a Hugh Grant, o nos pasaríamos la vida descubriendo yates fantasma enmedio del océano. Propondríamos a los políticos que se desnudaran e hicieran el pino puente, y únicamente hablaríamos de fútbol, de Messi, de Eto'o y Prosikito.
Nunca hablaríamos de libros, ni de estrenos de obras de teatro, ni de fusiones empresariales. Ni por supuesto de política. En cambio, encontraríamos ántrax en los polvos talco que se le pone a los niños en el culete, y vaticinaríamos que al planeta le quedan tantos telediarios como le permita el próximo meteorito. Que en realidad los hombres que llevan la camisa por dentro forman parte de una secta, y que en la torre de Windsor vivía el fantasma de Franco, que quemó el edificio para que no se descubriera su pasado como hare christma.
Ahora no sé cómo acabar esto. Acepto propuestas.
martes, 17 de abril de 2007
Devoradas por el diario
Es lo que pasa cuando alimentas a un diario, que el diario acaba mordiendo la mano con la que tecleas, y te muerde la boca, pero no como un beso, sino como Hannibal Lecter. Lo peor es que también te devora el cerebro: sus letras se alienan como un ejército de hormigas y se te cuelan por la oreja y hacen ñacñacñac. Es muy angustioso, porque si te quedas en silencio puedes oír el sonido del mordisqueo, ñacñacñac.
jueves, 12 de abril de 2007
Amor a primera entrevista
Tú vas superpreparada a hacer tu entrevista, armada con el cuaderno, el boli (a veces con la grabadora, pero casi nunca), te sientas ante tu entrevistado, abre la boca, da su primera respuesta y... es inevitable. Te enamoras.
Entonces piensas: nononono, no puedo enamorarme. Porque entonces haces una caída de párpados, y se te olvida la siguiente pregunta, y carraspeas mientras la buscas a tientas en tu libreta, donde la tenías apuntada y no la encuentras y te pones nerviosa. Y te inventas la pregunta para no quedarte callada, rollo:
"Yyyyy... ¿qué le parece la ciudad? ¿Haaaaa... estoooo... ha tenido tiempo de visitarla?".
Como el hombre al que estás entrevistando es el hombre de tu vida y tú sabes que es el hombre de tu vida, actúa con una caballerosidad y una paciencia infinitas. ¡Es más! Actúa con inteligencia. Y se te pone a hablar de los arquitectos de la ciudad, y de su historia desde el siglo XIII, y lo que escribió la gente importante acerca de esa ciudad a la que te refieres.
Y tú te vas sintiendo más tonta cada vez, y más enamorada, y más tontamente enamorada, y es lo peor, porque cuando te das cuenta llevas tres horas buscando la siguiente pregunta en el cuaderno y en la memoria y debajo de la mesa si fuera necesario, y no la encuentras. Y el hombre de tu vida está a punto de acabar su respuesta, y a ti no se te ocurre cuál puede ser la próxima pregunta, qué ojazos tiene el cabrón, y qué maneras, y qué encanto, tiene que ser el padre de tus hijos (o su abuelo, qué más da, a mí siempre suele ocurrirme con los viejos), y nada, cuando llegas a la redacción, tu jefe te pregunta:
"Y bien... ¿cuál es el titular?".
Entonces te entran unas ganas de morirte que te mueres. El titular. Si ni siquiera te acuerdas de lo que te ha contado, ¿cómo vas a destacar nada que no sean sus manos, su sonrisa, su perfume?
Pero lo menos profesional de todo no es eso, sino que, cuando por fin te pones a escribir, no piensas en tus lectores, todos esos desgraciados que han perdido la maravillosa oportunidad de conocer al hombre de tu vida. No, no piensas en esas mujeres que leerían tu entrevista encantadas, en esos hombres que podrían aprender tanto de él. No.
Escribes pensando sólo en él, y en lo que pensará de ti cuando te lea.
Y claro, tu jefe te dice: "Pero esto qué es???? Una comida de polla???". Y ojalá lo hubiera sido. Pero ni eso. Un mal artículo sin nada a cambio.
Por si fuera poco, al cabo del rato tomas conciencia de que en realidad el hombre de tu vida nunca leerá la entrevista ni, de hecho, volverás a verlo nunca más. Y ya está. Piensas: esto no vuelve a pasarme. Como que soy periodista.
martes, 3 de abril de 2007
El origen de la noticia
Me persigue el origen del mal. Así que para no ponerme esotérica me pongo trascendental. Me pregunto sobre el origen del universo, el del arroz con costra y el de las noticias. Ahhhh! Eso es fácil.
- El 2% nacen de historias personales.
Detonante: ciudadano insistente que llama a las redacciones (las mejores historias se nutren de la paciencia eterna de algunos periodistas) .
- El 1% nace de las cartas al director.
Detonante: un redactor avispao que ha visto ahí el filón.
- El 10% nacen del propio medio o grupo mediático.
Detonante: autobombo puro y duro.
- El 7% lo marca el discurrir natural del tiempo.
Detonantes: las tradiciones (cabalgata de Reyes, fin de año, fiesta regional de turno), la meteorología (diluvios, sequía) y las efemérides (100 días de un gobierno cualquiera).
- El 5% nace de la observación.
Detonante: "¿Os habéis dado cuenta de que...?"
- El 75% nacen de convocatorias de prensa. Detonante: intenciones promocionales del jefe de prensa del señor de turno, se dedique a la política o a labores mucho menos mundanas.
Que venga alguien ahora y me diga que se cuentan, ni más ni menos, las cosas que pasan... Como la vida misma, oiga!