jueves, 29 de mayo de 2008

Ya me tienes hasta la banana





Oh, Indiana.


Atención, este post contiene spoiler. O sea, que te agua la fiesta; por si te habías montado tu película.


Ayer el Equipo T fue al cine en comunidad por primera vez. Film: Indiana Jones IV.


Yo, de pequeña, quería ser arqueóloga como él. Ahora, de mayor, quiero ser Sharon Stone. Entrada: 7 euros; Palomitas: 3 euros; Cerveza: 2 euros. Que Peter Parker te lo pague todo no tiene precio.


La película viene a ser como una mezcla de los Goonies y ET, pero sin demasiadas emociones. Y sin emoción tampoco. Al final, a Spielberg no se le ocurría qué hacer sin su querido George Lucas, y primero tiró de StarGate, que ni siquiera es suya:


Según la teoría del Reino de la calavera de cristal (manda huevos, el título), los extraterrestres no aterrizaron en el antiguo Egipto, como en StarGate sino en el Imperio Maya. Pero bueno, la idea es la misma: las pirámides o los templos son platillos volantes de incógnito; y los dibujitos que los humanos dejaban en las paredes no se referían al dios sol, sino, pues eso, a una nave espacial.


Si nos creímos que el Arca Perdida existía y, por lo tanto, también Jesús y su vaso de madera, pues vale, creerse lo de los marcianos invasores tampoco es tan descabellado. Lo chungo es que, de tanto centrarse en otras galaxias, de repente a Spielberg le entra la morriña. Y nada, que se pone a hacer una revisión del famoso "Soy tu padre", de Star Wars.


Creerse que Indiana puede tener un hijo es mil veces más difícil que creerse que una calavera de cristal puede apartar a un montón de hormigas carnívoras que además hacen ruiditos de masticar, así: ñiñiñiñí. Pero es que el final de la película es del todo inverosímil. Mucho más inverosímil que cuando el platillo volador se eleva cual Independence Day, y se va directamente a la Tercera Fase.


Porque la teoría que tiene el Equipo T es que Spielberg ha hecho algo así como un metatexto fílmico; desde el minuto 1 se podrían establecer hipervínculos con otras películas. Por ejemplo, nada más empezar, aparece un topo igual que los animales de Ice Age o Babe el cerdito valiente. Y tú piensas: será un trailer. Pero no! Es la película! Luego, de una caja, aparece por fin la famosa Arca Perdida. Incluso aparece la tía con la que Indiana se enrolla en ese film, Marion, o como se llame.


Eso por no hablar de las referencias a El Dorado de Saura, o La ruta hacia el Dorado, o Aguirre, la cólera de Dios, de Herzog, que seguramente Spielberg no ha visto.


En fin, por si fuera poco, hay un error de guión garrafal: corren más calaveras de cristal de ésas que bolas en una sala de billar. Además, si Orellana llegó a descubrir Akator, ¿cómo volvió a cerrar luego todas las puertas y pasadizos?


Cuando te enteras de que en el guión han participado el director de Señales, y también el de La milla verde, entiendes muchas cosas. Pero ninguna justifica el final. Ese final es inadmisible.


Pero claro, ¿qué otro podía surgir de semejante ensalada de películas taquilleras?


Da igual: todo es perdonable porque en la peli aparece la famosa línea roja que traza sobre un mapa el recorrido de Indiana en avión. Y eso mola que te cagas.

lunes, 26 de mayo de 2008

De cómo ganar Eurovisión y otros cantares


Si Rusia gana Eurovisión no es más que porque se montó una nación graaande, graaande, con muchas partes pequeñiiiiiiiiitas alrededor de un gran país. Y, después de descubrir a todos los mandatarios del mundo occidental las maravillas del vodka, soltó amarres, por eso del qué diran. Como los rusos, es lo que tiene el frío, son mucho de apretujarse, aún conservan algunos cachos, en plan remember. Pero se deshicieron de los suficientes como para que alguien les entienda cuando cantan. Y les vote, claro, porque si no te entienden tienes que estar muuuy bueno/a para que te vote la gente así por la cara (pues eso). Y ese es su urdido plan para ganar Eurovisión, que si alguien le quiere llamar Guerra Fría, pues que le llame, hombre, no seré yo quien me ponga tiquismiquis, pero que es de ignorantes, pues también lo digo.

O la balcanización, ¿qué me dicen de la balcanización? Si en el fondo croatas, serbios y bosnios se llevan la mar de bien. Si no, no se votarían, ¿no? Y si no han ganado este año es porque lo de Kosovo aún anda así así.

Pues nada, ni amenazas ni ostias. Rompemos España y punto. O nos trasladamos con la casa a cuestas al centro de un continente, con muchos países vecinos. Porque Andorra y Portugal, que no es por deslucir, pero eso, que son Andorra y Portugal...

Así que nada, a fragmentarse, balcanizarse o romperse a cachos sin miedo, hombre! Así todos tenemos mar (y los del 'Aquí no hay playa' se cayan de una puta vez) y a votarse tocan. Un año ganan los madrileños (que vaya Sabina), otro los andaluces (que la Pantoja aún colea) y otro los catalanes (y va Serrat, por no hacerle otro feo).

Y a mí que esto me recuerda a nosequé novela de Saramago...

jueves, 22 de mayo de 2008

Inyecciones de desmemoria


Además de dormirte, hay anestesias que te borran los recuerdos.

Nos lo explicó el cirujano que le apañó una hernia a mi padre. Se llama anestesia con amnesia retroactiva (exactamente no sé si estos fueron los términos que usó el cirujano, pero más o menos). Los médicos tienen piedad del paciente y le inyectan esa sustancia (seguro que es un invento de la NASA) para que no tenga recuerdos traumáticos del quirófano (por la ansiedad y el miedo que genera ese espacio aséptico y lleno de instrumentos de tortura).

Lo único que recuerda mi padre del día de la operación es que se durmió en la camilla, antes de entrar en el quirófano, y que se despertó en la misma camilla, ya camino de la habitación, donde le estábamos esperando.

En realidad, a mi padre lo durmieron en el quirófano, no en el pasillo: la inyección hizo que se olvidara de la conversación que mantuvo con el cirujano justo antes de que le chutaran la droga, bajo el foco de luz y con un montón de enmascarillados revoloteando y chismorreando a su alrededor, contribuyendo a agitar sus nervios. Pero él no recuerda nada de esto: se lo contó el cirujano más tarde. El médico dice que gracias a esta sustancia amnésica, los pacientes ya no tienen tanto miedo cuando deben entrar de nuevo en un quirófano, porque se les han borrado los recuerdos angustiosos.

No sé si el cirujano se lo inventó o no, la verdad es que yo nunca había oído hablar de esta substancia, a la que enseguida califiqué de milagrosa. “Ojalá me hubiera inyectado una de ésas justo después del primer polvo de mi vida”, pensé primero. Pero luego rectifiqué: “Gracias a ese polvo horrible, he sabido lo que no quiero en mi cama”. Así que ahora tengo dudas sobre lo que es mejor olvidar y lo que se debe conservar, aunque sea por haber aprendido algo. ¿Cómo saber lo que te iría bien eliminar de tus recuerdos y lo que no? ¿Cómo saber lo que ha contribuido a crearte como eres ahora aunque haya sido una experiencia horrorosa? Si borras un recuerdo de tu mente, ¿te conviertes entonces en otra persona?

Mejor me meto un chute de amnesia retroactiva y me olvido de toda esta paranoia.

lunes, 5 de mayo de 2008

Pensamientos fúnebres

Llega y dice:

—Cuando supe la noticia, me quedé muerta.

Silencio sepulcral.

Es que no se puede llegar a un velatorio y soltar esa frase. No se puede, y punto.

Pero el cerebro es súper traidor. Cuando uno se prepara mentalmente para ir a un tanatorio o a un entierro, se repite para sus adentros, una y mil veces, que no dirá “me quedé muerto en cuanto lo supe”, “este jersey te queda divino de la muerte”, “si llueve y nos mojamos, nadie se va a morir”, “estás muy constipada, tienes voz de ultratumba” o “ese restaurante no mata”.

Es inútil. Basta que te hayas repetido una y mil veces que no dirás nada de eso, cuando de repente se te escapan las palabras malditas de la boca. Y no puedes hacer nada para cogerlas al vuelo y devolverlas al agujero negro de donde han salido.

El cerebro es ese agujero negro, travieso y maleducado, que envía órdenes a tus cuerdas vocales desobedeciendo las que tú le has dado.

Una putada.

Una jugarreta más de la masa gris, que no se deja domesticar.