martes, 30 de enero de 2007

En un país multicolor






¿Y cómo es que nadie habla de la gran noticia del día? Ha muerto el compositor de la música de La abeja Maya. Hemos entonado tantas veces su canción cuando hacíamos palmaditas de pequeñas; la cantábamos mientras saltábamos a la comba o jugábamos al elástico. Cuántas tardes de sábado habremos pasado junto a Maya, el gordo Willy y el saltamontes Flit.

...y de ellos adquirimos la disciplina necesaria para nuestra profesión.
Porque, analicemos la letra: En un país multicolor (que los diarios siempre sacan en blanco y negro), nació una abeja bajo el sol (aquí hace una primera referencia al calentamiento global: la verdad antes de la verdad toma el nombre de "exclusiva"), y fue famosa en el lugar (la fama es carne para el periodismo carroñero; fama y periodismo carroñero se alimentan mútuamente), por su alegría y su bondad (ésas que brillan por su ausencia en los temas noticiables).

Mediante una estrategia subiminal (que sólo los que luego se dedicaron a la publicidad lograron captar en su composición) Karel Svoboda nos inoculó el veneno periodístico. Gracias a él entendimos que sólo podremos traducir el mundo a dos cromas (tres si utilizamos el chroma key); que nuestra profesión es capaz de anunciar el fin del mundo siempre que le apetezca; que no debemos desprestigiar la fama (siempre nos precede), y que tenemos que restringir el uso de conceptos como "alegría y bondad" porque en nuestro trabajo podrían resultar cursis y acabar convertidos en un Telenoticiario de La 2.

La canción de Karel Svoboda nos enseñó que gracias al tesón se fabrica la rica miel; ésa que se queda en los ojos de nuestros lectores cuando leen nuestros artículos, embelesados.

¿Cómo es que nadie ha dado la noticia que nos hizo periodistas?

Periodismo igual a endogamia desnutrida

Nos retroalimentamos. Que nos contestemos a nosotras mismas en los comentarios (véase el post anterior, el de Peter Parker) no es más que un reflejo de la endogamia de esta, nuestra profesión. Eso conduce a conductas absurdas como escribir para los demás periodistas, en lugar de para los lectores. Y esto no nos lleva a la retroalimentación, sino más bien a una autodesnutrición. Es una opinión personal. Ahí queda.

Es mentira

Ejercemos de críticos sin serlo, hablamos de temas de los que no tenemos ni puñetera idea y, si nos plantan delante a un ingeniero y su máquina industrial --también las hay no industriales, supongo-, tenemos la poca vergüenza de entrevistarlo. ¡Qué remedio! En la última de esas metamorfosis del periodista (especifiquemos: hablamos de la especie del juntaletras pringadus, que también hay un par de vividores sueltos en la profesión, o redacción, o lo que sea) me he convertido en diseñadora de interiores. ¡Esa raza!

Así, señores y señoras, me autootorgo el poder de decidir qué está bien y qué no lo está en el mundillo de la decoración, que para mí no es más que un "arrastra aquí esa mesita de noche que no me cabe el colchón en el suelo".

Pero he oido hablar de casos peores. Una de las miembras de este equipo podría sacar al mercado una obra antológica, o un par, con las listas de consejos y cuestionarios esclarecedores relacionados con el ligoteo que estuvo publicando durante un tiempo en la revista para quinceañeras de todos los tiempos.

Ni el agujero donde vivo podría salir en la portada de Casa y Jardín ni Lois Lane es una experta en la culminación del celo de discoteca.

Si véis un consejo impreso, desconfiad. Es mentira.

viernes, 26 de enero de 2007

Yo no puse eso

Odio a los editores. Me refiero a los editores de diarios, seres grises que se sientan al fondo de la redacción con sus gafas en la punta de la nariz y unas tijeras para recortar y pegar según les convenga. No son censores. Los censores recortaban y punto. Los editores ponen frases en entrecomillados que salen de bocas equivocadas, como si en un cómic de Supermán el globo del héroe surgiera de las intenciones de Lex Luthor. Eso exagerando, claro; pero no tanto.

Me parece que el problema es que en realidad no saben leer. O mejor dicho: no saben lo que leen. O que, sencillamente, los periodistas somos tan malos, que ellos, los editores, son las primeras víctimas de nuestra pésima redacción. Y destacan lo que no fue remarcable.

En cualquier caso, hoy he mentido por culpa de un editor. Y mentir por culpa de otro es lo peor. Porque no tienes a quien darle la culpa.

jueves, 25 de enero de 2007

Cosas de intérpretes

La futura presencia de unos traductores de inglés en esta redacción para un trabajito muy concreto nos ha despertado un montón de anécdotas. No todos los periodistas sabemos hablar inglés y francés y la mayor parte de las veces recurrimos a los intérpretes para entrevistar a los personajes varios que recalan en la ciudad. Eso hace que muchos intérpretes (los que traducen al momento lo que el famoso nos está contando) se crucen en el camino de los periodistas. Y que muchos sean conocidos en el mundillo por su buen trabajo. Algunos, por lo contrario.

Hay uno que todos admiran y que, además de intérprete, es actor. No sólo traslada al catalán o al castellano lo que el sujeto cuenta en inglés o en francés, sino que le pone la entonación que la frase merece. Es decir, actúa. Si el susodicho cuenta que, cuando era niño, se cayó en un charco de barro y entonces, como San Pablo, vio la luz, a este intérprete le falta tiempo para abrir los ojos como platos y contar la anécdota como si fuera suya, y no del susodicho. Los mejores son los invisibles: hacen que te creas a pies juntillas lo que te está contando un señor al que no entiendes.

Acostumbramos a encontrarnos con los mismos intérpretes en casi todos los lugares. Eso puede ser una buena o una mala señal, según se mire. Es buena porque quiere decir que los mejores repiten. Es malo porque querrá decir que hay otros que buscan espacio para abrirse camino, y no lo encuentran.

Todos tienen que empezar algún día. Y algunos de ellos son los que recordamos como los intérpretes accidentales: pueden provocar verdaderos accidentes de interpretación y no les quepa duda que algunos de los titulares entrecomillados que se atribuye al famoso en cuestión es en realidad una contribución propia del intérprete accidental.

Algunas veces se ha dado el caso de que los periodistas ayudan al intérprete a traducir en cuanto ven que se queda encasillado y el famoso empieza a poner cara de pocos amigos. En tales casos, es normal que los periodistas pongan en común sus notas cuando acaba la rueda de prensa para que no acabe pasando lo que comentaba en el párrafo anterior.

Linda Skipper no morirá nunca

Damas y caballeros, Linda Skipper no morirá nunca. No, no se ha quitado un ojo para dárselo a la ciencia a cambio de la inmortalidad. No. Mucho más sencillo. Traten de pensar en lo que hace un periodista. Porque Linda Skipper es periodista. Y un periodista CREA noticias. Bueno, no siempre, a veces también va a ruedas de prensa y sólo escribe. Un zapato dice: Ayer me acosté con un calcetín verde. Y el periodista escribe: Zapato asegura que ayer se acostó con Calcetín Verde. Pero en fin. Hay otros periodistas. Y esos otros periodistas CREAN noticias, como Linda Skipper. Linda Skipper es, desde hace al menos treinta años, corresponsal en Los Ángeles de una conocida revista para crías llamada... Oh, bueno, dejémoslo. Unos días llueve y otros sale el sol y unos tienes quince años y quieres ser Linda Skipper y otros tienes veintitrés y estás trabajando para ESA revista y preguntas por Linda Skipper. Dices:
-¿Y por qué no llamamos a Linda? - Resulta que tienes que escribir un artículo sobre un tipo de chocolate, de nombre impronunciable, que vive en Los Ángeles.
-¿Linda? ¿Qué Linda? - pregunta una de tus dos compañeras. Porque sí, esas revistas se hacen con una, dos y TRES personas.
-Linda Skipper - dices tú, esperando que alguien se eche las manos a la cabeza y diga: ¡CLARO!
Pero nadie dice CLARO, una se ríe y la otra descuelga un teléfono. Pero el teléfono no tiene nada que ver con Linda. El teléfono es para pedir que a la foto de Fran Perea le quiten una ceja.
-Linda no existe.
-¿CÓMO?
-Se la inventó Eva.
Y entonces es cuando la palabra PERIODISTA se te planta delante y dice:
-¿Pero tú qué te creías que era esto?
-No sé. Se suponía que tenía que ser como Linda, pero Linda no está, así que, ¿qué hago?
-Puedes fingir que eres ella.
Y entonces eres tú quien dice: CLAAARO.
Así que eso es lo que haces. Haces que Linda se cuele en casas de famosos y se juegue exclusivas al ajedrez con los fotógrafos. Pero cuando estás a punto de crearle un pasado, un presente y un futuro (en el que está a punto de casarse con un magnate de la producción cinematográfica), te viene Doña Directora y te dice que ya es suficiente.
-Ya es suficiente.
-¿Por qué?
-Nadie había hablado de Linda desde... Desde hace demasiado. A las niñas no les gusta Linda. Las niñas no pueden ser como Linda. Así que ya es suficiente.
¿Las niñas qué? ¿Las niñas como quién? Oh, Dios, yo fui una de esas niñas estúpidas que ahora ya no pueden ni dejar de ser estúpidas porque Linda no está. En fin. En el limbo del periodismo que-es-lo-que-NO-parece nos esperará.
Hasta siempre, camarada.

martes, 23 de enero de 2007

Que vuelvan los taquilleros

La pandilla de vikingos que Spiderman se ha encontrado en el metro (yo creía que su espacio natural eran los rascacielos, pero bueno) es fruto de la política de sustitución del personal humano por máquinas expendedoras. Máquinas que no entienden el concepto de que las monedas pesan un huevo en el bolso. Ni se os ocurra darles de comer un billete de 20 euros para comprar un trayecto sencillo: os vomitará 18 monedas de 1 euros y cuatro de 20 céntimos.

La imposición de las máquinas expendedoras ha condenado a los taquilleros a vagar por el limbo de los pasillos subterráneos. En el mejor de los casos, se dedican a perseguir polizontes, con lo que convierte la invasión de las máquinas en una política perversa: dejemos que se cuelen todos, que luego ya los perseguiremos por los andenes.

Esta situación genera otras estampas singulares. En las estaciones de origen y final es fácil ver fumando a algunos de los uniformados en las escaleras de acceso, a pie de calle, para dar energía a sus pulmones antes de submergirse en el cemento. Y no se les ve muy estresados, la verdad.

Mientras tanto, las máquinas siguen escupiendo monedas sin parar (yo creo que en su vida anterior eran tragaperras).

Wintergate

Recuerdo aquel día que, ante Un hombre, mi padre dijo: "Hija mía, tú serás como Oriana Fallaci".

Creo que donde él veía un libro yo vi, pues eso, un hombre. Y hacia allí encaucé mi profesión. Luego me he enterado -siempre por las películas- que eso de ser periodista ha servido para un montón de cosas. Por ejemplo, para disipar cortinas de humo, o para darle una vuelta de tuerca a la guerra del tabaco, o para dar con un golpe militar en Indonesia o, yo qué sé, para descubrir lo cabrón que es tu propio presidente. Me parece que hubo un caso muy famoso que se llamó Watergate, que supongo que iba contra el alcoholismo, rollo: abrámosle las puertas al agua.

En fin. Hace mucho tiempo que miro las portadas de los diarios, y me digo: venga, inspírate, haz un peliculón de cagarse. Y hoy, por ejemplo, leo: "Sin boda no hay pensión". Vale, podríamos rodar Cuatro bodas y una jubilación. También leo: "Saura quiere destinar a patrullar a los 600 mossos de las cárceles". Bueno, podríamos titular este film: Aprenda sintaxis fácilmente. Pero el titular más bestia es: "El invierno ya está aquí". Joder, menudo notición. Más que una peli, se me ocurre que podríamos hacer una serie, rollo Kieslowski, y cada capítulo tendría un título distinto. Por ejemplo: Invierno, Primavera, Verano, Otoño, Invierno. Aunque creo que eso ya lo hizo Kim Ki-duk.

La cuestión es que a mi compañera Scarlet se le acaba de borrar todo el texto que llevaba escrito, y me temo que mañana no saldrá el periódico.

Las vikingas del metro

Existen. Y eso ya sería suficiente motivo para crear una entrada. En más de 6 años que llevo en Barcelona es la primera vez que me cruzo con las revisoras del metro. Pensaba que formaban parte, como el fantasma de la Facultat de Ciències de la Comunicació de la UAB, del imaginario popular. Pero -de hecho, como el fantasma- existen. Y no iban de dos en dos, sino en manada. Al menos ocho revisores han entrado esta tarde en un sólo vagón del metro de la línea 2. No me extraña. Esta mañana el titular (del ADN en este caso, el lenguaje les delata) no les dejaba nada bien: "Tres millones de espabilados se cuelan en el metro".

Quédate con todo lo que flote

Que las pertenencias de un barco llamado Napoli sea saqueado tras su hundimiento por unos ingleses que pasaban por allí hace pensar. Y es que los prejuicios sobre las nacionalidades nos juegan malas pasadas. Pero además recuerda esa ley de la piratería que te permite hacerte con cualquier barco que navegue a la deriva sin tripulación. Una norma, pese a su antigüedad, de lo más inteligente. Que deriva, a su vez, en la polémica (esa palabra con la que nos periodistas nos llenamos la boca) de los pisos vacios. Imma Mayol parece entender, aunque sea a su manera, la lógica de esa ley marinera. Nebrera, y por extensión la gran mayoría de la clase política, no se enteran de nada. Y van de progres.

lunes, 22 de enero de 2007

El daño que nos hizo 'Periodistas'

Que se entere la peña de una vez: ni nos vamos a tomar tapas al bar de Miguelón, ni nos buscan matones por las esquinas (bueno, a todos no), ni tenemos una sala con café y pastas, ni nos contamos nuestra vida sentimental en el lavabo. La serie 'Periodistas' nos ha hecho mucho daño. Desde entonces, las facultades de periodismo están desbordadas (si no lo estaban ya) de jóvenes que buscan aventuras y excitación laboral (que busquen, que busquen). Es una profesión bonita, de acuerdo, pero llena de miserias como cualquier otra. Tiene sus días desquiciantes de trabajo, cierto, pero también los hay aburridos. Y nos pasamos más horas que un reloj delante del ordenador. ¡Es súper excitante! Lo más aventurero que ha pasado alguna vez en esta redacción es que yo viniera con mis medias verdes y unas botas marrones: parecía Errol Flyn a punto de entrar en combate espadachín. Por lo demás, nada del otro mundo (je, je).
Si este post ha conseguido que alguien se aficione a leer lo que tenemos que contar sobre las intimidades de una redacción, sobre todo aquello que no queda escrito en los artículos, ya habremos hecho algo por desmitificar la serie 'Periodistas'.
Bienvenidos a un mundo de luz y de color.