sábado, 2 de febrero de 2008

No te bajes los pantalones por la cultura


Esos pesebrazos acaban siempre con un after en mi habitación. Te has pasado dos días en Andorra para celebrar un premio literario, y los organizadores te han invitado a Caldea para que te remojes en el jacuzzi. Pero, ¿cómo vas a relajarte viendo a los escritores en bañador? Escritores más bien mayores, casi jubilados, que pueden permitirse dos días en paños menores.


Llevas dos días comiendo y bebiendo sin parar, ha ganado el premio una chica que no conces. En el Buda, música trallera y todos los jefes, que beben y beben como los peces en el río y los salmones. La fiesta acaba a las tres, demasiado pronto, y dices: "Vamos todos a mi habitación". Maldita borracha.


Y ahí estaban todos. Uno se había puesto el albornoz para poder transportar los botellines de su propio minibar en los bolsillos; se había anundado el cinturón del albornoz al cuello e iba en zapatillas. Otro hablaba de culos. Tiene controlados todos los culos femeninos del sector editorial y, contra lo que yo siempre había creído, el mío no es el mejor. Por lo visto hay uno que me supera. Yo, claro, no puedo saberlo, porque casi nunca veo mi culo, sólo cuando me lo fotografían. Pero por lo que sé de él, por lo que bien que suelen hablarme sobre su manera de ser y por lo bien que funciona, me cuesta creer que haya un culo mejor.


En fin, en el after no faltó el típico maricón tramposo. El maricón tramposo es aquél que, utilizando la excusa de que es gay, se aprovecha de la confianza de las mujeres, y al final es el que se atreve a tumbarse en tu cama, en plan: "Uy, estoy muy cansado, qué cansado estoy". Los demás invitados, entonces, se largan. Y cuando te quedas a solas con el maricón, entonces descubres que es un tramposo, porque a él, mientras pueda enseñar sus nuevos calzoncillos Calvin Klein que acaba de comprarse en Andorra, todo le va bien.


El problema del maricón tramposo es que yo siempre he sabido que lo es; maricón tramposo, quiero decir. Hace demasiados años que nos conocemos. Además, él había cometido el error de comentarme que quería estrenar sus calzoncillos nuevos, y no había nadie más allá con quien hacerlo.


Así que se la devolví, ejerciendo de fresca tramposa. Es decir: hice de fresca ("yo también soy una viciosa, o qué te crees, viva el morbo"), hasta que hubo que demostrarlo. Entonces solté la misma excusa que había utilizado él para quedarse: "Uy, estoy muy cansada, qué cansada estoy". Y tuvo que largarse con el rabo entre las piernas. Bueno, o al revés.


Conclusión: este mundillo es un putiferio de cuidado. No te bajes los pantalones por la cultura.


4 comentarios:

humo dijo...

Jodeeer.
Todos mis gays son modositos, no maricones. Mis jefes son maricones, no gays, pero también son modositos.
Así que nunca me pasan esas cosas, con lo que desahoga ser mala.

Scarlet Ojala dijo...

¿El de los calzoncillos no será el mismo que el de las piernas, no? En fin, vaya historias, ¡no se te puede dejar sola ni para un pesebre!

Anónimo dijo...

Tú, culo? pero qué culo???
pero si no tienes... ja, ja. ja!!!!

Marta Luth dijo...

Oye,anónimo de mierda. Da la cara si no quieres que te dé un culetazo!