martes, 18 de noviembre de 2008

El nombre del padre, del hijo y del espíritu santo

El nombre del padre lo tengo claro; el del espíritu santo, también, porque no existió (para esa misión, ya estaba el padre); pero el nombre del hijo... ah, eso es otra cosa...

¿Cómo ponerle nombre a una personita que, en cuanto tenga conciencia, puede echarte en cara que no le gusta cómo se llama? ¡Qué responsabilidad!

Al final, en una reunión de urgencia, el padre y yo (el espíritu santo, como no ha intervenido para nada, no tenía tampoco silla reservada en esta cumbre) decidimos ponerle al hijo Perico de los Palotes, el nombre más común sobre la faz de la tierra. Por común, seguro que suena bien, y es el nombre al que todo el mundo recurre cuando quiere hablar de alguien anónimo o de cuyo nombre no quiere acordarse, así que nadie le pondrá un nombre que no es y nadie lo confundirá con otro, porque será todos a la vez.

No entiendo por qué la gente se entesta en poner nombres raros a sus hijos, con lo bonito y funcional que es Perico de los Palotes.

1 comentario:

Alberto Ramos dijo...

A mí el nombre que me gusta es Mengano, pero me parece una lástima que siempre esté a la sombra del de Fulano.