miércoles, 28 de marzo de 2007

Ante los ojos de tu enemigo



Hay quien compra el diario para leer lo que quiere leer. Compra el periódico para poder decirse a sí mismo: "es que lo sabía, siempre tengo razón". Es el lector amigo del diario que compra. Y es un buen lector, un lector fiel. Que se acerca a ti cuando le silbas.

Luego está el que, cuando lee algo que no le gusta, decide que lo que está leyendo es mentira. Y en lugar de cerrar el diario que está leyendo para poder seguir diciéndose a sí mismo "es que siempre tengo razón", se empeña en leer y leer, en descubrir más artículos que no le gustan, y en corroborar que no se trata de un caso aislado. Deduce que todo el diario es una patraña, y decide que nunca, nunca, nunca jamás volverá a pasar los ojos por sus páginas.

Éste, sin saberlo, es potencialmente mejor lector que el lector fiel. Lo que pasa es que sus reacciones son imprevisibles. Y para algunos periodistas, incluso peligrosas.

Los hay que, en efecto, no vuelven a acercarse al diario odiado nunca más. Hasta que un buen día, zás, su nombre aparece en sus páginas. Los mencionan en un artículo, o en una crítica, en una reseña.

Su primera reacción es flipar pepinos. ¿Qué hago yo en las páginas de mi peor enemigo?, piensan. Se enteran de que su nombre está allí porque alguien se lo ha dicho, y como no pueden comprar el diario porque va en contra de sus principios, lo buscan en la barra de un bar, o en el buzón de un vecino.

Cuando por fin tienen el diario odiado en las manos, buscan lo que se dice de ellos y -oh, sorpresa-, la crítica, la crónica, el artículo, la reseña que los menciona... no los deja tan mal. "Esto es peligroso", piensan, "mi enemigo todavía no sabe que es mi enemigo". Y se releen el texto.

La segunda vez, el artículo ya no les gusta tanto. "Claro", se dicen, "esto va con segundas". La tercera, el escrito les parece una sobrada; y la cuarta, un atentado contra su intimidad. La quinta lectura no deja lugar a dudas: le están insultando.

Huelga decir que si un lector fiel ve su nombre en un diario amigo, comprará todos los ejemplares del mismo para repartirlo entre los colegas. Cuando, al contrario, aparece un diario odiado, no sabe combatir el desconcierto y la vergüenza.

Entonces se venga.

La venganza más suave consiste en enviarle una carta al redactor que le menciona (casi nunca se atreve a llamarle por teléfono, lo cual nos viene muy bien).

Cuando recibes la carta de un enemigo al que ni siquiera conoces, te quedas igual. Pero no es por nada personal, es que a ese tipo tú no lo conoces.

Luego piensas que tampoco lo mencionaste por nada personal; simplemente representaba una de las cinco W (ahora ya sabes que la de Waaaaaaaaaaargh). No sé muy bien adónde quiero ir a parar. Bueno, sí: que el trabajo de periodista consiste en trabajar pensando en los receptores, no pensando siempre en cómo repercutirá la noticia sobre el sujeto de la noticia,; tampoco hay que pensar en uno mismo. O sea, que tal vez lo que hay que hacer es no pensar demasiado.

Y sobre todo hay que olvidar que quizá, entre los que te están leyendo ahora mismo, tal vez se encuentre otro de esos enemigos desconocidos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

How fuckin creepy how the hell didi you do that!

Anónimo dijo...

eso esta wapisimo enorabuena te debe aber costado muxisimo