jueves, 12 de abril de 2007

Amor a primera entrevista



A veces pasa. Es la falta de profesionalidad más grande a la que puede enfrentarse un periodista, pero pasa.

Tú vas superpreparada a hacer tu entrevista, armada con el cuaderno, el boli (a veces con la grabadora, pero casi nunca), te sientas ante tu entrevistado, abre la boca, da su primera respuesta y... es inevitable. Te enamoras.

Entonces piensas: nononono, no puedo enamorarme. Porque entonces haces una caída de párpados, y se te olvida la siguiente pregunta, y carraspeas mientras la buscas a tientas en tu libreta, donde la tenías apuntada y no la encuentras y te pones nerviosa. Y te inventas la pregunta para no quedarte callada, rollo:

"Yyyyy... ¿qué le parece la ciudad? ¿Haaaaa... estoooo... ha tenido tiempo de visitarla?".

Como el hombre al que estás entrevistando es el hombre de tu vida y tú sabes que es el hombre de tu vida, actúa con una caballerosidad y una paciencia infinitas. ¡Es más! Actúa con inteligencia. Y se te pone a hablar de los arquitectos de la ciudad, y de su historia desde el siglo XIII, y lo que escribió la gente importante acerca de esa ciudad a la que te refieres.

Y tú te vas sintiendo más tonta cada vez, y más enamorada, y más tontamente enamorada, y es lo peor, porque cuando te das cuenta llevas tres horas buscando la siguiente pregunta en el cuaderno y en la memoria y debajo de la mesa si fuera necesario, y no la encuentras. Y el hombre de tu vida está a punto de acabar su respuesta, y a ti no se te ocurre cuál puede ser la próxima pregunta, qué ojazos tiene el cabrón, y qué maneras, y qué encanto, tiene que ser el padre de tus hijos (o su abuelo, qué más da, a mí siempre suele ocurrirme con los viejos), y nada, cuando llegas a la redacción, tu jefe te pregunta:

"Y bien... ¿cuál es el titular?".

Entonces te entran unas ganas de morirte que te mueres. El titular. Si ni siquiera te acuerdas de lo que te ha contado, ¿cómo vas a destacar nada que no sean sus manos, su sonrisa, su perfume?

Pero lo menos profesional de todo no es eso, sino que, cuando por fin te pones a escribir, no piensas en tus lectores, todos esos desgraciados que han perdido la maravillosa oportunidad de conocer al hombre de tu vida. No, no piensas en esas mujeres que leerían tu entrevista encantadas, en esos hombres que podrían aprender tanto de él. No.

Escribes pensando sólo en él, y en lo que pensará de ti cuando te lea.

Y claro, tu jefe te dice: "Pero esto qué es???? Una comida de polla???". Y ojalá lo hubiera sido. Pero ni eso. Un mal artículo sin nada a cambio.

Por si fuera poco, al cabo del rato tomas conciencia de que en realidad el hombre de tu vida nunca leerá la entrevista ni, de hecho, volverás a verlo nunca más. Y ya está. Piensas: esto no vuelve a pasarme. Como que soy periodista.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

A mí me ha pasado eso con Pierce Brosnan y Christian Bale. ¿Quién es tu protagonista?

Peter Parker dijo...

A mí me pasó con Luis Tosar. y me caí rodando de las escaleritas de un barco

S.M. dijo...

A mí me pasó con el presidente de Graphispak...XDDDDD

Ana C. dijo...

Hmmmm... no había pensado en que ése también es uno de los riesgos que se corren...

Marta Luth dijo...

Es la corroboración de que los periodistas también tenemos sentimientos.

Peter Parker dijo...

E incluso, a veces, esos amores a primera entrevista cuajan...

Marta Luth dijo...

Ya salió la romántica!

Sí, Peter Parker, el amor es como una cuajada: lechoso y empalagoso como la miel que la acompaña.

Peter Parker dijo...

Creo que Sex se empieza a merecer un escarnio público de sus inicios sentimentales con según que hombrecillos con alma ibicenca...

Peter Parker dijo...

dios! me ha vuelto a pasar...