jueves, 31 de mayo de 2007

Ascensos





Que el periodismo es una profesión de riesgo no es una novedad. Cuando te entrevistas con alguien a quien no le ha gustado lo que él mismo dijo, puede pasarse tres días seguidos llamándote cada tarde al diario para exigirte que la próxima vez contrastes la información. Tú le contestas: "Perdone, señor, pero esas fueron sus declaraciones". Y él: "Sí, bueno, pero su transcripción no es exacta: yo NO dije que le cortaría la cabeza al rey en caso de revolución; dije que, en caso de que hubiera una revolución y me tocara a mí cortarle la cabeza al rey, lo haría encantado". Vale. "¿Y de qué manera podía yo contrastar esa información, señor?". El hombre: "Pues podrías haber llamado a la Zarzuela, o a la Maresellesa, o qué se yo". En este caso, la profesión es de riesgo porque puede darte un ataque de desconcierto que te deje KO, porque todo el mundo se cree mejor periodista que los periodistas.


Otras veces la amenaza va más allá, y tú publicas que Tauro va a tener un día chunguísimo de esos que mejor no te levantes de la cama no sea que el suelo se hunda bajo tu pie izquierdo y te tengan amputar las uñas una a una, y va una Tauro susceptible y te pone una denuncia múltiple por blasfemia, injuria y por provocar alarma social. Y, de paso, por maltrato psicológico a los animales. En este caso, la profesión es de riesgo porque no hay nada que mate más rápido que tener un montón de juicios pendientes. Si no llegas a morir, envejeces, que no sé qué es peor.


Cuando eres periodista, mejor no hablar con nadie (de hecho, es cierto que no nos hablamos con nadie). Pero a veces, y pese a todas las precauciones, el riesgo te persigue, que para algo se le llama peligro inminente, o acoso riesgoso o corre, corre, que viene el coco.


Hoy, por ejemplo, el ascensor de la redacción está estropeado. Y eso, cuando la redacción está en una séptima planta, es muy, pero que muy alarmante.


Porque los primeros en llegar, que son los de publicidad, todavía pueden subir por la escalera. En realidad, se pasan más tiempo en el gimnasio que en el trabajo, así que más o menos están entrenados. Pero a los segundos en llegar (que suelen ser los que no despegan el culo de la silla, como yo misma) les cuesta mucho más, precisamente porque, de pasar tanto tiempo con el culo pegado a la silla, tienen un culo inmenso, y les pesa que no veas. Si los redactores suben con las redactoras, también sienten que les sube el ánimo, porque van por detrás de ellas y así, al menos, pueden recrearse la vista. Pero a ellas, el peso de la mirada en la retaguardia, se les hace mucho más insòportable.


Luego llegan los jefes, con la lengua fuera y la dignidad por los suelos, y encima tienen que aguantar los comentarios del segureta, que les dice: "Así me gusta, señor Rodríguez, cultive ese cuerpo atlético, que se note que tiene tanta energía como cualquier subordinado de los suyos, no se me ponga de rodillas". Y finalmente llegan los periodistas de la noche, también llamados intrépidos, borrachos, o resacosos. Esos, al ver el percal, se meten en un bar a tomar café, y si la cosa se demora, vuelven a casa a esperar que alguien les envíe un helicóptero. Y si no les envían un helicóptero, pues entonces no van a trabajar.


Que los ascensores estén estropeados en un diario es muy malo para la salud de sus artículos, porque se escribirán desde el agotamiento, sumidos en el más apestoso de los hedores sudoríferos. Por eso yo digo: ¡Que se arreglen todos los ascensores de la galaxia! ¡Y que nos lleven a lo más alto! ¡Siempre más arriba, sin tener que pisar a nadie! ¡Que vivan los ascensores sin paradas, ni descuelgues!


PD. Siempre hay gente peor informada que un periodista, y ahora, mientras escribo esto, acaba de llegar un mensajero, cargado hasta las cejas, con la lengua entre las piernas. El segurata le ha dicho que se había equivocado de número de escalera.

6 comentarios:

Ana C. dijo...

Ah! Me reí mucho y además, me encantaron los periodistas de la noche.

Anónimo dijo...

¿y cómo llaman los 'periodistas de la noche' a los del día?

Marta Luth dijo...

Los periodistas de la noche llaman a los del día: pringaos. A veces también: pringuis.

Anónimo dijo...

Me resultaba difícil identificar a tanto autor. Al menos ahora sé quien es Peter Pan

Anónimo dijo...

Por cierto, Peter Pan, por qué un alter ego masculino?

Peter Parker dijo...

Peter Pan?
Bueno, en todo caso ahora ya sabes quién soy
No era una cuestión de género, sino de interpretar a un héroe del periodismo universal
y yo quería un alter ego fotógrafo, aunque en realidad no lo sea, como una especie de (mini)homenaje al verdadero Peter Parker, aquel que reclamó su identidad al inicio del blog