martes, 23 de enero de 2007

Que vuelvan los taquilleros

La pandilla de vikingos que Spiderman se ha encontrado en el metro (yo creía que su espacio natural eran los rascacielos, pero bueno) es fruto de la política de sustitución del personal humano por máquinas expendedoras. Máquinas que no entienden el concepto de que las monedas pesan un huevo en el bolso. Ni se os ocurra darles de comer un billete de 20 euros para comprar un trayecto sencillo: os vomitará 18 monedas de 1 euros y cuatro de 20 céntimos.

La imposición de las máquinas expendedoras ha condenado a los taquilleros a vagar por el limbo de los pasillos subterráneos. En el mejor de los casos, se dedican a perseguir polizontes, con lo que convierte la invasión de las máquinas en una política perversa: dejemos que se cuelen todos, que luego ya los perseguiremos por los andenes.

Esta situación genera otras estampas singulares. En las estaciones de origen y final es fácil ver fumando a algunos de los uniformados en las escaleras de acceso, a pie de calle, para dar energía a sus pulmones antes de submergirse en el cemento. Y no se les ve muy estresados, la verdad.

Mientras tanto, las máquinas siguen escupiendo monedas sin parar (yo creo que en su vida anterior eran tragaperras).

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