miércoles, 14 de febrero de 2007

Oda a los obituarios

Hay lugares en los que todo vale. En las páginas de un periódico, esos lugares son los suplementos extraños y las páginas eclécticas como los obituarios ¿Qué tiene de diverso hablar siempre de alguien que ha muerto? El que habla.

Si el fallecido es una persona capaz de acaparar un titular sin mover un dedo, el texto lo escribe un plumilla bien pagado y con firma. Es decir, un enteradillo que cobra por creérselo.

Si el desaparecido (un eufemismo muy habitual en los periódicos) no alcanza tal grado, el encargado de hacerlo es un juntaletras mal pagado y aburrido, que seguramente refriteará (otra expresión común) un wikipedia con un google search aliñado con alguna página oficial. En ese caso, un autor ingenioso y con ganas de poner chispa en su vida puede colar algo de creatividad en el texto.

Puede currarse un acróstico y contarlo a los colegas. O titular: "El hombro en el que se apoyaba Rocio Jurado", en el obituario de un ex secretario de la folcklórica. La gracia puede estar en que en la foto que acompaña el texto aparece el susodicho aguantando sobre el hombro, claro, el féretro de la Jurado. ¡Qué ingenio, señor! (El Mundo, martes 30 de enero de 2007)

Pero hay más lugares en los que imaginación es sinónimo de supervivencia y la desidia supone, directamente y sin pasar por la casilla de salida, muerte cerebral. Son las farmacias, la cartelera o la lista de muertos. 'Tránsitos', que se llama. ¿Pero hacia dónde?

1 comentario:

Marta Luth dijo...

Jajaja, pues yo me muero de la risa y, al escribirlo, ya he hecho mi propio obituario.